jueves, 1 de abril de 2010

  Si mis cálculos no fallaban, estábamos cerca del océano donde se encontraba La isla del podinsta.
  Durante lo que restó del viaje intenté dormir o pensar en otra cosa que no fuera en Maximiliano. Él no quería siquiera mirarme o hablarme. Ya no me amaba.
  Pero, al menos, se ve que consiguió alguien para él. Merlina. Se pasaron todo el viaje hablando y riéndose de cosas que yo no comprendía, y eso me molestaba… demasiado.
  Merlina, cada vez que lo miraba, una sonrisa se formaba en su rostro, y Max siempre le devolvía las sonrisas. ¡Siempre!
  Christian notó mi mal humor y no insistió en hablar ni nada por el estilo, simplemente se quedó callado y observó como las lágrimas caían de mis ojos. Él sabia que a veces no me gustaba que me consolaran, y esta era una de esas veces. Él me conocía, sabía todo de mí, como yo sabía todo de él… o al menos eso creí. Pero él seguía siendo, a pesar de toda la confusión, un hombre que amé desde que lo conocí, y creo que Max se merecía algo mejor de lo que yo podía darle… Así que decidí intentar olvidar a Maximiliano. Intentarlo era mejor que nada.
  Luego de más o menos media hora, me sequé las lágrimas con el dorso de la mano. Me acerqué a Christian y me acurruqué debajo de su brazo, un lugar que parecía estar echo para que yo me acomodara. Él me rodeó con un brazo y me besó la cabeza y la frente.
 La combi frenó y todos bajamos, para después taparla con un montón de ramas y hojas (no fue muy difícil, ya que Camila hizo todo el trabajo con su “don”).
 Max sacó un mapa y lo extendió sobre la tierra, todos formamos un círculo alrededor de este.
 -¿Y de donde demonios vamos a sacar un barco?- preguntó Walter. La verdad es que era la primera vez que lo oía hablar. Su voz era ruda pero calmada al mismo tiempo. Max también lo miró con sorpresa, pero Walter se limitó a mirar el mapa.
-Eh… creo que tengo una idea- dijo Luciana, frunciendo el ceño. Todos la miramos, esperando una explicación-. Yo controlo el agua…
 -¡Ah!- exclamé sin poder contenerme-. ¡Que inteligente! ¿Cómo no se me había ocurrido?
-¿Qué cosa?- preguntó Maximiliano irritado, bien porque no comprendía nada o bien porque tuvo que hablarme directamente a mi.
-Luciana puede formar un camino en el agua… Y nosotros podemos ayudarla…- el plan comenzó a formarse en mi cabeza-. ¡Brillante!- dije mirando a Luciana, que parecía confundida.
-Ah…- murmuró Luciana mirando para otro lado.
-¿Qué no era ese tu plan?- pregunté.
-Este… En realidad no, pero tu plan es mejor que el mío.
-Bueno. ¡Entonces, vamos!
   Nos colocamos en un borde del océano y formamos una fila; Luciana delante de todo (para que valla formando el camino), yo en el medio (para que no nos tape el agua) y Maximiliano atrás de todo (para volver a poner el agua en su lugar una vez que hallamos pasado).
  -Antes de empezar- dijo Maximiliano dirigiéndose a Christian-. ¿Te puedo preguntar algo?
   Christian sonrió sin razón alguna y asintió.
 -¿Qué eres?- la sonrisa desapareció del rostro de Christian, pero apareció en el de Max.
-¿Eh?- Christian parecía confundido.
 -Digo, aparte de que seas un estúpido, idiota y todo eso… ¿qué eres?- Merlina y Camila dejaron escapar una risa, y Natalia parecía contener las ganas de reír.
 Christian abrió la boca para decir algo, pero yo le interrumpí, era obvio que iban a empezar a discutir, y no teníamos tiempo.
-Es un mago- dije despreocupadamente-. Y, si no se dieron cuenta, estamos perdiendo tiempo.
-¿Un mago? ¿Enserio?- no entendí la razón por la que Max se sorprendió.
-Pues… en realidad no.
  Me quede boquiabierta. Él me había dicho que era un mago… ¿Me había mentido?
-¿Mentiste?- susurré.
-Eh… no. Soy un hechicero, pero antes pensé que era un mago…
-¿Cuál es la diferencia?- preguntó Camila antes que alguien pudiera decir otra cosa.
-¿Diferencia de que? ¿Entre mago y hechicero?- Camila asintió-. Bueno…
-¿Un hechicero es mas idiota que un mago?- preguntó Max, sonriendo.
  Merlina y Camila, de nuevo, se rieron.
-No. Un hechicero te puede romper el trasero con una simple palabra o un movimiento de manos- Christian sonrió y ahora fui yo la que se rió.
-¿Y un mago no puede hacer eso?- preguntó Natalia, la cual se puso seria.
-No. Necesita mas esfuerzo que un hechicero.
-Ya basta, estamos perdiendo el tiempo. Vamos…