martes, 2 de marzo de 2010

Por Melisa

Después de una larga discusión sobre Sol y sobre su desaparición llegamos a la conclusión de que debíamos volver a La isla del Podinsta.
Ya que era un largo camino queríamos ir “Saltando”, pero, por alguna razón, no podíamos enviar a los demás a la isla, por lo visto solamente funcionaba en Podinstas, y necesitábamos que ellos nos acompañaran.
Preparamos valijas con armas, ropa y, por las dudas, botiquines de primeros auxilios.
Íbamos a ir todos juntos en una combi, y el equipaje lo colocamos en los asientos que sobraban. Max conducía, Merlina estaba en el asiento del acompañante, yo y Chris nos colocamos en los 2 primeros asientos, Walter y Camila se sentaron detrás nuestro, Pablo y Natalia sentados en la tercera fila y Luciana compartía su fila con el equipaje.
-¿Nadie tiene que ir al baño?- preguntó Luciana dudando si cerrar la puerta del coche o no, como nadie respondió la cerró-. Entonces, no se quejen durante el viaje que quieren parar en una estación de servicio o en un arbusto… ¡Ya, arranca ese motor, Max!
Después de unos segundos Max puso la llave en el contacto, la giró y el motor rugió.
Durante los siguientes minutos de viaje me limité a mirar como Maximiliano me ignoraba completamente y hablaba alegremente con Merlina, la cual no paraba de sonreír. No entendía porque se había enojado tanto tan de repente, que yo recuerde no había echo nada malo… o eso creo.
Apoyé la cara sobre la ventanilla mirando los árboles pasar veloces junto el auto. Chris colocó sus brazos alrededor de mí y colocó su mentón en mi hombro y ambos miramos en silencio por la ventanilla.
-¿En que piensas?- me susurró suavemente en mi oído. En ese momento un recuerdo me vino a la cabeza.


El fuego de la chimenea calentaba un poco el aire, pero la nieve afuera de la cabaña seguía acumulándose, por eso no podía salir al bosque aquel día.
Christian estaba en la cocina preparando un café para él y un té para mí. Habían pasado más o menos dos meses desde la vez que Chris me encontró en la ruta. Ya nos conocíamos bien entre los dos, éramos una especie de amigos. Eso sin contar lo mucho que me gusta. No quería decírselo, ya que, seguramente, él no sentía lo mismo.
Mientras esperaba mi té me coloqué en una silla y me limité a mirar la nieve caer por la ventana. Los copos revoloteaban suavemente en el aire para después dejarse caer en el suelo. Aquella si que era una vista hermosa. Los árboles del bosque que se alzaba a 50 metros de esa ventana estaban cubiertos de nieve, las puntas de las montañas que apenas eran visibles en el horizonte también estaban blancas, el suelo parecía un montón de azúcar derramada o algodón acumulado.
Me sobresalté cuando la voz suave y perfecta de Chris sonó en mi oído;
-¿En que piensas?- apoyó el mentón en mi hombro y observó el paisaje mientras yo pensaba que contestar.
Me dí la vuelta y lo miré fijamente de pies a cabeza. No traía zapatos y sus medias eran de un gris oscuro, pero el pantalón negro que traía casi tapaba todo su pie, tenía una campera negra y su corto cabello negro estaba desordenado. Me detuve en sus ojos, eran tan… intensos, de un gris calido que hacían que no pudiera quitar la vista de ellos. Él me sonrió mostrando sus dientes blancos.
Él se acercó a mí lentamente, de modo que el gris calido de sus ojos cubrió toda mi visión. Su nariz toco la mía y siguió mirando mis ojos sin desviar la mirada.
-¿Quieres saber en que pienso yo?- susurró. Sus labios rozaron los míos cuando pronunciaba esas palabras y mi respiración se volvió entrecortada.
No esperó hasta que le contestara, simplemente inclinó su mentón hacia delante y sus labios presionaron los míos una, y después otra y otra vez. Hasta que sus labios comenzaron a moverse y los míos le acompañaron. Era como estar besando a dos pétalos, suaves a más no poder. Enredé mis manos entre sus cabellos y presioné su cabeza para que esta se acercara más a mí. Me levanté de la silla y me acerqué más a su cuerpo. Encajábamos a la perfección, era como si estuviéramos hechos el uno para el otro, dos piezas del rompecabezas fabricadas para encajar perfectamente entre si y no con ninguna otra pieza.
Él alejó suavemente su cara de la mía de modo que nuestras narices estuvieran tocándose. Mi corazón estaba palpitando tan fuerte que lo escuchaba sin necesidad de hacer silencio. Esperé hasta que mi respiración se volviera estable y abrí los ojos para encontrarme dos bonitos ojos mirándome fijamente.
-¿Te gustó mi pensamiento?- me susurró y nuestros labios se rozaron de nuevo.
-Que lindos pensamientos tienes- murmuré.



Christian seguía esperando una respuesta a su pregunta.
-Recordaba la primera vez que me preguntaste eso- le respondí. No podía ver su rostro, pero sabía que en ese momento estaba sonriendo triunfalmente.
Se quedó en silencio, seguramente recordando el momento.
Sentí el impulso de darme la vuelta y besarle como lo besaba antes, pero Max estaba allí y él todavía era mi novio ¿no?
Luego de unos minutos Chris colocó sus labios en mi oído sin decir palabra alguna.
-¿Te gustó mi pensamiento?- le susurré.
-Que lindos pensamientos tienes- murmuró, diciendo las mismas palabras que yo había dicho.

1 Comment:

  1. andrea!! said...
    Gracias Jess,
    ya publique otro cap. en la historia de Quil & Claire.

    Te recomendaré, pero será en mi otro blog, ya qe tiene más seguidores :D

    Agradecería mucho que tu también me recomendras en estos blogs, ya que me faltan seguidores :S

    http://notantípicahistoriadeamor.blosgpot.com

    http://quilandclairestory.blogspot.com

    Gracias♥

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