domingo, 29 de noviembre de 2009

Me desperté junto mi cama, seguro que me abre caído mientras dormía. Me levanté y busque un conjunto de ropa entre todo el desorden de mi pequeña habitación. Esta no era la gran cosa, tenía una pequeña ventana junto a la cama, la cual estaba contra la pared contraria a la puerta. También tenía un armario en la pared mas lejana, para que no quedara vacía. Y luego solamente había pósters de mis bandas de música favoritas por toda la pared.

Bajé las escaleras que estaban al fondo del pasillo y arrastré los pies hasta la cocina. Esta habitación era de un color ocre, con los muebles de color blanco y el suelo era de madera oscura. Me senté en la pequeña mesa blanca y me serví cereales sin mucha prisa.

Escuché el crujido de la escalera que hacia cuando alguien pisaba el primer escalón, pero no me volteé para ver quien era. Mi padre entró en la cocina con los ojos medio cerrados y con los pelos disparatados para todos lados y se sentó en su lugar de la mesa, la punta. Me miraba con el rostro tenso, como si hubiera algo que yo no supiera, pero no le di importancia. Los dos comimos en silencio hasta que lo interrumpí bromeando:

-¿Te peleaste con el peine esta mañana?- solté una risa entre dientes pero él solo se pasó la mano por su cabeza y gruñó.

- Oye, hoy hay una fiesta en la casa de mi amigo, Henry, y me estaba preguntando si tú querías ir- la verdad es que no conozco mucho a Henry, lo único que sabia es que tenia un hijo, bastante lindo diría yo, pero no soportaría la cara de decepción de mi padre por esa tonta fiesta.

- Bueno, ¿A que hora es?- pregunté mirando mi plato de cereales.

- Al rededor de las 9- una sonrisa se extendió sobre su pálido rostro.

Asentí con la cabeza y me dirigí a la salida. Baje casi corriendo la colina hasta que, sin saber porque, mire para el cielo y por alguna extraña razón no pude dejar de mirar hacia allí. Mi cuello se quedo duro, como si tuviera algo alrededor de este que no me permitía mover la cabeza.

- ¡Eh!, Mel ¿a dónde vas?- Me gritó mi primo que estaba casi en la puerta de mi casa, o eso creí, ya que no podía mirar para comprobarlo. Luego de unos segundos, por el rabillo del ojo, llegué a ver su figura junto a mí.

-¿Qué pasa?– me preguntó mientras me sacudía los hombros -. Mel contesta

La “cosa” alrededor de mi cuello me liberó, pero en su lugar dejó un dolor repentino e intenso.

- ¡Ay!– grité. Joa me miro confundido y de nuevo la punzada me atacó-. ¡Au!- la punzada desapareció y mi cara de sufrimiento junto a ella-. Lo siento, me agarro un dolor en la nuca.

- Bueno, ¿Y a donde ibas?

- No se, a pasear por hay...

- En ese caso, te acompaño a tu paseo- me dijo con una enorme sonrisa. Aunque mi primo sea 1 año mayor que yo, parecía de 2 o 3 años más, era bastante alto. Su pelo de un color morocho y tenia los ojos verdes oscuros. Me quede observándolo por un buen rato hasta que su sonrisa se desvaneció-. O si quieres no voy...

- No, no, esta bien, vamos- murmuré intentando poner mi mejor sonrisa, pero no tuve éxito. Él no presto atención a la mueca deforme que salió como resultado y siguió bajando la colina. Yo le seguí por los talones y caminamos por una calle sin rumbo alguno.

Sentí una leve punzada en la nuca y lleve mi mano hasta donde estaba el dolor, Joa se dio cuenta y me dijo:

-¿No quieres volver a casa? – Se acerco y me quiso ayudar a caminar, pero yo no quise.

-No, estoy bien- Dije acelerando el paso.

Pasamos por un puente y entramos en una pequeña plaza rodeada por un arroyo. Nos sentamos en una banca y nos quedamos hay, observando el paisaje, tranquilo y relajante. Cada unos cuantos minutos las aves cantaban, el aire soplaba en mi cara y el sol bajaba mas y mas hasta que todo oscureció

-Creo que ya tendríamos que volver a casa, nos están esperando para ir a la fiesta- susurré.

-Bueno. ¡En marcha!- Dijo Joa con una enorme sonrisa mientras se ponía en pie de un salto.

Nos pusimos “en marcha” y caminamos por la misma calle que esa tarde. De pronto sentí un dolor intenso en las piernas, como si me hubieran pegado una fuerte patada, y caí al suelo por el insoportable dolor.

- ¿¡Por que lo hiciste?!- Pregunté llena de ira. Él me miro con la cara llena de confusión.

-¡Yo no e echo nada!- Gritó horrorizado

-¡Me pateaste!- Le acusé. El dolor empezó a extenderse por mi cuerpo, haciendo que grite. Sentía que tenía un elefante enzima, ya que todavía permanecía tirada en el suelo. Joa me levanto del suelo en sus brazos y me llevo con un trote veloz hasta mi casa. Me quede dormida antes que traspasemos la puerta, más bien me desmaye, ya que con ese dolor era imposible dormir.

Cuando abrí los ojos el dolor había desaparecido. Mire a mí alrededor sin comprender en donde me encontraba, hasta que encontré a Joa sentado en el suelo junto a mi cama mirando la televisión que se encontraba junto a la ventana.

-¿Qué paso?- pregunte con un susurro, se levanto de un salto por el susto que le di.

-Te… desmayaste- me sorprendió su rostro serio, talvez le abre dado unas cuantas patadas mientras estaba inconciente.

-Uy, ¿Qué hora es?- No me había dado cuenta de mi voz ronca hasta que la oí del todo.

-Las 8 y media. ¿Segura que quieres ir a la fiesta?

-Si, si, ya me siento mejor- dije mientras me levantaba de la cama y me dirigía al ropero.

-Bueno. Me voy a la cocina para que te cambies- me avisó cuando se iba por la puerta.

Cuando estuve sola, me mire al espejo para ver mi aspecto, estaba horrenda. Me di una ducha y me puse la primera ropa que encontré tirada sobre el suelo. Me peine, sin hacerme algún peinado en especial, y me lavé los dientes.

Baje por las escaleras corriendo haciendo crujir todos los escalones. Todos me esperaban sentados en la mesa de la cocina. Un aire tenso se apoderaba de la habitación. Un escalofrío recorrió mi espalda haciéndome estremecer.

-¡Ufff...! Hace un poco de frío, ¿no?- comenté acariciándome los brazos- Mejor vamos apresurándonos- se levantaron al mismo tiempo, como si alguien les digiera el momento exacto en el que se debían levantar.

Fui la ultima en salir y baje la colina con toda mi familia ya casi terminando de bajarla, me apresuré para darles alcance. Joa se dio cuenta de mi intento y me espero hasta que lo alcancé. Caminamos en silencio sin que ninguno lo interrumpiera, todos miraban el piso menos yo, que iba de un rostro a otro. Antes de que me diera cuenta ya estábamos en la casa de Henry, mi padre golpeó la puerta dos veces y Henry nos abrió la puerta cuando estaba a punto de golpear de nuevo.

-¡Hola, Alf!- Gritó Henry abriendo los brazos para darle un abrazo a mi padre- ¡Cuánto tiempo!

-¿Cómo has estado?- pregunto mi padre mientras lo abrazaba. Entramos en la casa mientras mi papa y Henry charlaban todo lo que se tenían reservado.

El piso del gran pasillo principal era de madera, las paredes de un color manteca, había una escalera y un sillón en un costado. Nos asomamos por una puerta que estaba al costado derecho del pasillo, al pie de la escalera, y encontramos a toda una multitud que hablaba al mismo tiempo, a causa de eso se formaba un raro zumbido. Entramos a la habitación y todos se voltearon a vernos, en realidad, pareció que me miraban a mí, con terror en sus caras. Los ignoré y me adentre en la habitación.

Alguien me agarro del hombro y yo me di la vuelta para ver quien era, Maximiliano, el hijo de Henry, tenia el pelo de un castaño oscuro, sus ojos de un azul extraño, como el vidrio de una botella, y una sonrisa encantadora que lucía sus perfectos dientes blancos. Pocas veces lo e visto por eso había olvidado de lo mucho que me gustaba. Se me acerco para saludarme dándome un beso en la mejilla, tarde un rato en reaccionar y le devolví el beso.

-Hola- dije al fin y él me sonrió, le devolví la sonrisa con un poco de timidez.

Me senté en un sillón de una esquina de la habitación y me acomode para pasar toda la noche allí sentada. Me dedique a mirar la gente, algunos me devolvían la mirada y la desviaban rápidamente por la sorpresa de encontrarse con mis ojos. Encontré a Maximiliano bailando con una chica y un par de amigos, fijé la mirada en la chica de pelo rubio oscuro, los ojos se le notaban de un marrón muy oscuro, alta, nariz operada y, por supuesto, lindas piernas. Ella le preguntó algo al oído a Maximiliano y se reía, él me miro a mí y después le respondió riéndose, seguramente de mí.

Cuando la música se detuvo para que los bailarines descansen un poco, Maximiliano se dirigió a la sección de bebidas y se sentó en un sillón que estaba en la otra punta de la habitación. Me observaba como si estuviera tratando de descifrar un código oculto o algo parecido. En cuanto me di cuenta nuestras miradas estaban enganchadas, la mía a la de el y la de el a la mía. Su “amiga” la rubia se interpuso entre él y yo, evitando que nos miremos. Maximiliano se levantó, la esquivó y caminó hacia mi, me quede paralizada mirándolo boquiabierta. Se sentó junto a mí y me dijo:

-¿Qué sucede?- su voz sonaba sincera como si de verdad estuviera interesado en mi respuesta, pero no iba a caer en sus encantos.

-Hum… nada, supongo, ¿por?

-No me vengas con el típico “nada”, algo te pasa- murmuró con voz burlona. ¿Cómo me conocía tan bien?, que yo recuerde no le había visto muy seguido.

-Ella, la rubia, ¿es… tu novia?-Me sentí tonta al preguntar eso ¡Claro que era su novia! ¡Era más que obvio!

-¿Celosa?- me miro con ojos picaros y me sonrojé un poco- Mentira, mentira-Soltó una risa-. No, es una amiga, mejor dicho, es la novia de mi mejor amigo- y soltó otra risa.

-Ah…

-¿Eso era lo que te pasaba?

- En realidad, no- admití.

-¿Entonces?

- Vi que ella te decía algo y luego se reían de mi, supuse que se estaban burlando o algo parecido…

-No, no, ella me preguntaba si tú me gustabas… y le dije que si- admitió sin avergonzarse.

-Pero…

-Pero me tengo que ir, a tu primo no le caigo del todo bien- se levantó y se fue hacia donde estaba la rubia operada.

Llegó Joa unos segundos después y se sentó al lado mío con sus amigos.

-…pero yo no quiero ser uno- dijo Joa, empecé a escucharlo cuando sentí interés por su conversación ¿Ser un que?

-¿Por?- pregunto uno de sus amigos.

-Es que dicen que algunos podinstas se suicidaron- respondió Joa con un susurro.

-¿Suicidaron?- repitió otro.

-Si. Se ve que no soportaron la “misión” que les había tocado y se suicidaron para no tener que cumplirla. Aparte ya se sabe que soy un mago. Cualquier otro u otra podría ser el podinsta.

Por alguna razón todos me miraron a mí.

-¡Ya dejen de mirarme todos así!- grité furiosa-¡¿Podrían explicarme por lo menos porque me miran así?!-Nadie me respondió, por eso dije:-¿Joa?- él vacilo durante un rato y luego me miró.

-Es que creemos que vos…-Se detuvo porque el chico que estaba a su lado le golpeo el brazo para que lo viera, cuando Joa lo hizo el chico negó con la cabeza. Me limité a mirar a Joa, este miraba el suelo tratando de evitar mi mirada.

Un intenso escalofrío recorrió mi espalda, haciendo que me levante de un salto, Joa y sus amigos me miraron confundidos. Una punzada me ataco en la panza, aturdiéndome, me abrase a mi misma gritando de dolor, otra punzada me ataco en los ojos, como si me estuvieran clavando un alfiler en los 2 ojos al mismo tiempo logrando que llore.

Todo pasó tan lento, como en una película; los latidos de mi corazón retumbando en mis oídos, viendo lentamente como caía sin poder sujetarme de nada. Luego de cada parpadeo había nuevos rostros a mí alrededor con la preocupación, el terror y la desesperación escrita en cada uno de esos rostros. Al llegar al suelo, esperaba un intenso dolor por el impacto, pero solo hubo silencio, nada más que silencio y los latidos de mi corazón, hasta que un pitido empezó a sonar en mis oídos haciéndose insoportable.

Punzadas, temblores y escalofríos recorrieron mi cuerpo por varios días.

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