domingo, 29 de noviembre de 2009
-¡Lo siento! ¡Perdón!-Grite agarrandome la cabeza entre las manos. -Woow, cuanta fuerza tienes- Dijo mientras trataba de que no caiga sangre en su remera. -Discúlpame. -¿Tenes alguna otra manera de pedir perdón?-Me quede pensativa- Mel, es sarcasmo- agrego una risa para que yo dejara de sentirme culpable. Se puso una mano en la nariz y después agrego:-No mires… -¿Qué vas a…?- Me interrumpió el crujido de su nariz al acomodarse el hueso- Uh…Eso debió doler mucho…- El asintió -No importa- Una sonrisa iluminó su rostro- No a sido nada. -¿Nada? ¡Te rompí la nariz y vos decís que “no fue nada”!- Intentó interrumpirme pero lo calle- Devolveme el golpe así estaremos a mano- Cerré los ojos esperando el dolor, pero nada paso. Abrí un ojo para comprobar si estaba por pegarme o se estaba yendo por haberse ofendido o algo parecido. Estaba sentado a mi lado mirando hacia el agua, donde estaba Luciana, se estaba riendo como si le hubiera contado un buen chiste-¿Y?- No sabia porque no me había pegado aun. -No voy a pegarte Mel- Se volvió a reír como si fuera obvio lo que acababa de decir. -¿Por?-Seguía sin entender. -No quiero hacerlo, no…yo… no puedo-Admitió con timidez. En su mente cruzo una imagen de el pegándome en el rostro, por alguna razón yo también la vi, me estremecí ante tal imagen. -Oh- Fue lo único que pude decir. Mi mirada después de unos segundos se concentro en la joven de ojos chocolates que estaba junto al fuego. Observe las llamas, cambiaban de tonos; de azul a rojo, de rojo a naranja, naranja a azul, azul a naranja… y así sucesivamente. Cuando desvié la mirada del fuego me concentre en la joven. Ella tenía la mirada fija en mí. Sentí una suave gota de agua en mi mejilla, luego otra, y otra, mire el cielo, y si, como yo ya sabia, había empezado a llover. La lluvia se hizo más cegadora, llegando casi a ser una tormenta. Mire de nuevo a la chica junto a la fogata, esta seguía allí sentada, junto al fuego… ¿prendido? ¿Cómo estaba el fuego todavía encendido con la tormenta? La mujer tenía la vista fija en el fuego, talvez intentando que no se apague con la mirada. Esta ya estaba empapada, me miro y luego al fuego, izo un movimiento ligero de cabeza y el fuego se fue apagando rápidamente. Se levantó y se aproximo al agua. -¡Luciana, vámonos!- Le grito. Luciana todavía, a pesar de la tormenta, seguía en el agua. -¡Ya voy!- Le respondió Luciana entre gritos en la oscuridad de la lluvia. La joven del fuego se fue dirigiendo hacia la calle. Segundos después Luciana apareció del agua- ¿Merlina? -Se fue hacia allá- Le avise señalando la calle. Me observo sorprendida al no haberme visto allí sentada. -Gracias…-Murmuro, luego se fue hacia donde yo le había indicado. Me levante y Max me imitó, íbamos caminando hacia la calle cuando un choque de árboles nos interrumpió. Max se preparó para correr hacia el bosque en busca del origen de ese sonido, pero lo agarre del brazo. -¡No!-Le grite- ¡No vallas hay! -Pero… -¡Dije que no!- Me miro confundido y yo lo arrastre hasta la calle. Corrimos en silencio hasta el cruce. Max tenia la mirada ausente, cada unos segundos me la dirigía a mi. Cuando llegamos al cruce solamente le dedique una mirada de despedida, este se quedo mirándome todavía confundido, pero yo seguí mi camino. Llegué a la puerta de mi casa y ni siquiera me moleste en mirar a mi padre que me esperaba sentado en la mesa. Me dirigí hacia la escalera, para llegar a mi habitación lo antes posible. -Melisa, veni a la mesa- Me ordenó con tono tranquilo -No-Respondí duramente -¡Veni ahora! -¡NO!- Grite aun mas -¡Ya veras!- Me amenazo y empezó a correr hacia mi, corrí a mi habitación y le cerré la puerta con llave en la cara. Abrí la ventana que estaba junto a mi cama, y saque los pies afuera, no lo pensé dos veces y salte. Esperé hay en silencio, luego escuche el crujido de la puerta el romperse y vi a mi padre asomarse por la ventana. Por alguna razón no me vio, luego al ver mi mano me di cuenta que estaba invisible. Eche a correr sin rumbo alguno bajo la fuerte tormenta, llegue a un pequeño río y me senté junto a un arbusto, y sin razón, algunas lagrimas empezaron a brotar de mis ojos. Mi mente no reaccionaba a lo que yo le pedía. Algo iba mal, yo no estaba controlando mi cuerpo, ni mis sentimientos. Algo me toco el hombro y mi cuerpo saltó a una gran distancia esquivando a aquella persona. Me di cuenta que era Max pero mi cuerpo no lo sabia. -¿Melisa?-Preguntó Max con preocupación “¿Quien sos?” Le pregunte a la persona que controlaba mi cuerpo “Lárgate de mi cuerpo” Le grité en mi mente pero esa persona solo gruño “Si quieres que me valla, échame” Esa voz ya me resultaba demasiado conocida ¿El anciano? “¿Cómo? ¡Shu! ¡Shu!” Me imagine a mí moviendo los brazos echando a un gato enzima de mi cabeza mientras decía esas palabras. El anciano soltó una risa. “Mejor apúrate… o le diré a Max algo que no te perdonara nunca en la vida” Volvió a reír en mi cabeza, pero esta vez no era una risa gentil, sino una risa malvada. Mi cuerpo se comenzó a mover hacia Max. “¡No!” Pensé casi como un grito, al ver que no se detuvo agregue: “¡¡NO!! ¡ESPERA!” Mi grito lo dejo paralizado, pestañeo y luego siguió caminando ahora con paso más lento “¡Dije que esperes!” no se detuvo. “Y yo dije que te apures” Su tono firme me hizo acordar al libro donde estaban las habilidades de los podinstas. No lo recordaba del todo pero algo de un escudo decía, debía intentarlo. Me concentré y espere. En mi mente no había sonido alguno, tampoco pensamientos. Todo en ella estaba negro. Comprendí que tenía los ojos cerrados. Intente abrirlos, esperando fracasar en el intento pensando que el anciano me seguía controlando, pero, para mi sorpresa, los pude abrir. Mis pies se seguían moviendo, pero estos no eran obligados a nada, los estaba moviendo por propia voluntad. Mire hacia mis pies y vi otros con zapatillas blancas que caminaban a mi lado, sin pensarlo, salté sobre el anciano. -¡Hijo de…!- Dije con tanta furia en mis ojos que al anciano se intentó escapar de mi arrastrándose. -¡Melisa!- Me interrumpió Max. Agarre por el talón al anciano y luego dirigí mi mirada a Max- ¿Qué haces?- Señalo mi mano apretada con fuerza contra el pie del anciano. -¡Me estaba controlando!-Mientras gritaba eso le dirigí otra mirada llena de rabia al anciano, el se volvió a asustar e intentó escapar de nuevo, pero lo agarre del otro talón. Le agarré por los hombros para que me mire a la cara- ¿Qué ibas a decirle?-intenté que mi tono sonara lo mas tranquilo posible pero sonó medio raro. El anciano no respondió y yo lo levante un poco y lo volví a colocar en el suelo, golpeándolo un poco contra este- ¡¿Qué ibas a decirle?!- Max me agarró del hombro y me obligó a soltar al anciano que seguía mudo y horrorizado. Cuando lo solté, la tierra se empezó a extender por su cuerpo, tragándolo, haciéndolo desaparecer. -¡¿Que te ocurre?!-Me gritó Max furioso. -¡Lo dejaste ir! ¡Mira lo que as echo!- Le acusé, el me miro confundido sin comprender nada. -Explícate-Su tono era cansado. -¡Ese anciano me estaba controlando!- Frunció el ceño -¡Te digo la verdad! El iba a decirte algo para que te enojes conmigo-Su ceño seguía fruncido. -Melisa… -No sigas. Me tomas de loca ¿No? Pues si pensas así entonces vete, no estés con una loca- Y eche a correr antes de que mencionara palabra alguna. -¡Mel!- Le escuche gritarme, luego sus pasos se escuchaban a varios metros detrás de mí, siguiéndome. Llegué a un acantilado, debería haber agua si es que saltaba. No lo considere mas y corrí hasta el borde y luego salté. Mientras caía hacia al agua me arrepentí de haber saltado, ya que había rocas por todas partes, era mi muerte, mi fin. -¡MELISA!-Max gritó mientras me veía caer hacia mi muerte-¡No! ¡Por favor no!- Su voz se le quebró a causa del llanto que empezaba a aparecer en él. Dejé que mi cuerpo se moviera con el viento, que haga lo que quiera con estos últimos segundos de libertad que tenia. Tuve la mirada fija en el cielo, tratando de no pensar en las rocas que estaban a punto de matarme clavándose en mí pecho, espalda y cabeza. Gire mi cabeza para ver el bosque, un bosque por ultima vez, y comprendí que no estábamos Max y yo solos, allí estaban Luciana, la joven con talento en el agua, y Merlina, la que parecía tocar el fuego. Los rostros de ambas estaban horrorizados mirándome. Volví la cabeza para el cielo de nuevo, para ver el sol por última vez. Y luego los segundos que parecían días habían terminado, mi cuerpo impactó contra la roca, quitándome la vida…
se murio?? no puede ser !!1 sube proonto me muero de la intriga, amo tu blog!
besos dani...